domingo, 24 de julio de 2011

Relación de redes

Para concluir con el módulo, es importante que demuestres jugando todo lo que aprendiste, en el siguiente enlace encontrarás un juego llamado:
Juego de Imágenes, en el deberás relacionar la imagén y su nombre, ingresa al siguiente link:

http://dl.dropbox.com/u/36237303/Juego_de_im_genes.htm

El siguiente juego se el llamado:
Juego del ahorcado, donde deberás organizar las letras de diferentes palabras que fueron vistas alo largo del módulo, para adivinar la palabra tendrá una pista que deberá leer primero antes de iniciar el juego, para acceder a este juego ingresa al siguiente link:

http://dl.dropbox.com/u/36237303/Juego_del_ahorcado.htm

jueves, 21 de julio de 2011

La cadena alimenticia del ser humano: Regiones de Colombia III parte

La cadena alimenticia del ser humano: Regiones de Colombia II parte

La cadena alimenticia del ser humano: Regiones de Colombia I parte

Las Comunidades Humanas: Cuento Nómadas modernos

Autor
.. Pedro Pablo Sacristán
URL original:
http://cuentosparadormir.com/infantiles/cuento/nomadas-modernos
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Un día cualquiera, la clase de don Ernesto transcurría normalmente mientras explicaba a sus alumnos la historia del hombre. Les contaba que en un principio los hombres fueron nómadas, que no vivían en un lugar fijo porque iban de un lado a otro buscando la comida donde estaba, y cuando se acababa, se marchaban a otro lugar. Les contó cómo el invento de la agricultura y la ganadería fue algo excepcional, porque al aprender a cuidar la tierra y los animales, el hombre pudo tener comida siempre, de mejor calidad, y además vivir en un sitio fijo, lo que facilitaba que se pudieran hacer muchas otras cosas que necesitaban mucho tiempo para hacerse, y a raíz de eso se contruyeron los primeros pueblos y ciudades...

Todos escuchaban como encantados aquella historia, hasta que saltó Lucía:
- ¿Y si aquello fue tan importante y mejoró todo tanto, por qué somos nómadas otra vez, don Ernesto?

Don Ernesto se quedó sin decir palabra. Lucía era una niña muy inteligente, conocía a su casa y a sus padres, y estaba seguro de que no eran nómadas; ¿qué querría decir?

- Todos nos hemos vuelto nómadas -siguió Lucía-. El otro día a las afueras de la ciudad estaban talando los bosques, hace poco vez un pescador me contó cómo pescaban; y con todos era lo mismo: cuando se acababa un bosque, se iban a otro, y cuando se acababan los peces en un sitio, cambiaban de lugar. Eso es lo que hacían los nómadas ¿no?

El maestro asintió pensativo con la cabeza. Realmente, Lucía tenía razón, y los hombres habíamos terminado por convertirnos en nómadas a la hora de conseguir muchas cosas. ¡Menudo atraso! en lugar de cuidar la tierra y sus recursos para seguir obteniéndolos en el futuro, ¡seguimos exprimiéndolos hasta que se acaban, y luego nos vamos!. El resto de la tarde estuvieron hablando sobre qué podían hacer para demostrar lo civilizados que eran...

Al día siguiente, todos fueron a clase llevando una camiseta verde con un mensaje que decía "¡Yo no soy un nómada!", y a partir de entonces, se dedicaron a demostrar a todos que no lo eran; cada vez que sabían que iban a necesitar algo, se preocupaban por asegurarse de que hubiera sido obtenido con cuidado y control: si querían madera o papel, se aseguraban de que fuera de árboles replantados, el pescado lo compraban en piscifactoría, vigilando que no fueran peces pequeñitos; sólo utilizaban productos de animales cuidados y alimentados en granjas... y así, desde su pequeña ciudad, aquellos niños consiguieron dejar de ser nómadas de nuevo, como habían hecho los hombres prehistóricos hacía miles de años.


Las Comunidades Humanas: Cuento El pequeño bosque junto al mar

  Pero el bosque estaba constantemente en peligro, pues un pequeño grupo de seres malvados acudía cada noche a talar algunos de aquellos fuertes árboles. Los habitantes del poblado nada podían hacer para impedir aquella tala, así que se veían obligados a plantar constantemente nuevos árboles que pudieran sustituir a los que habían sido cortados.

Había una vez un pequeño poblado separado del mar y sus grandes acantilados por un bosque. Aquel bosque era la mejor defensa del pueblo contra las tormentas y las furias del mar, tan feroces en toda la comarca, que sólo allí era posible vivir.


Durante generaciones aquella fue la vida de los plantadores de árboles. Los padres enseñaban a los hijos y éstos, desde muy pequeños, dedicaban cada rato de tiempo libre a plantar nuevos árboles. Cada familia era responsab
 le de repoblar una zona señalada desde tiempo inmemorial, y el fallo de una cualquiera de las familias hubiera llevado a la comunidad al desastre.

Por supuesto, la gran mayoría de los árboles plantados se echaba a perder por mil variadas razones, y sólo un pequeño porcentaje llegaba a crecer totalmente, pero eran tantos y tantos los que plantaban que conseguían mantener el tamaño de su bosque protector, a pesar de las grandes tormentas y de las crueles talas de los malvados.

Pero entonces, ocurrió una desgracia. Una de aquellas familias se extinguió por falta de descendientes, y su zona del bosque comenzó a perder más árboles. No
 había nada que hacer, la tragedia era inevitable, y en el pueblo se prepararon para emigrar después de tantos siglos.

Sin embargo, uno de los jóvenes se negó a abandonar la aldea. “No me marcharé”, dijo, “si hace falta fundaré una nueva familia que se haga cargo de esa zona, y yo mismo me dedicaré a ella desde el primer día”.

Todos sabían que nadie era capaz de mantener por sí mismo una de aquellas zonas replantadas y, como el bosque tardaría algún tiempo en despoblarse, aceptaron la propuesta del joven. Pero al hacerlo, aceptaron la revolución más grande jamás vivida en el pueblo.

Aquel joven, muy querido por todos, no tardó en encontrar manos que lo ayudaran a replantar. Pero todas aquellas manos salían de otras zonas, y pronto la suya no fue la única zona en la que había necesidad de más árboles. Aquellas nuevas zonas recibieron ayuda de otras familias y en poco tiempo ya nadie sabía quién debía cuidar una zona u otra: simplemente, se dedicaban a plantar allí donde hiciera falta. Pero hacía falta en tantos sitios, que comenzaron a plantar incluso durante la noche, a pesar del miedo ancestral que sentían hacia los malvados podadores.

Aquellas plantaciones nocturnas terminaron haciendo coincidir a cuidadores con exterminadores, pero sólo para descubrir que aquellos “terribles” seres no eran más que los asustados miembros de una tribu que se escondían en las laberínticas cuevas de los acantilados durante el día, y acudían a la superficie durante la noche para obtener un poco de leña y comida con la que apenas sobrevivir. Y en cuanto alguno de estos “seres” conocía las bondades de vivir en un poblado en la superficie, y de tener agua y comida, y de saber plantar árboles, suplicaba ser aceptado en la aldea.




Author
Pedro Pablo Sacristán http://freestoriesforkids.com/node/572
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Con cada nuevo “nocturno”, el poblado ganaba manos para plantar, y perdía brazos para talar. Pronto, el pueblo se llenó de agradecidos “nocturnos” que se mezclaban sin miedo entre las antiguas familias, hasta el punto de hacerse indinstinguibles. Y tanta era su influencia, que el bosque comenzó a crecer. Día tras día, año tras año,  e forma casi imperceptible, el bosque se hacía más y más grande, aumentando la superficie que protegía, hasta que finalmente las sucesivas generaciones de aquel pueblo pudieron vivir allá donde quisieron, en cualquier lugar de la comarca. Y jamás hubieran sabido que tiempo atrás, su origen estaba en un pequeño pueblo protegido por unos pocos árboles a punto de desaparecer.

El Ciclo alimenticio de las plantas II parte